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Carlovich. No te voy a mentir

En La Ciudad Ausente, texto que publica Ricardo Piglia en el 92, la máquina de Macedonio produce y engloba la totalidad de las historias habidas y posibles. Unos años antes Borges había tenido la misma idea, pero en vez de una máquina era el Aleph, y lo definía como ese punto del espacio que contiene todos los puntos. La de Tomás Felipe Carlovich es una historia, y por lo tanto, es una de las historias de la máquina de Macedonio (o uno de los puntos del Aleph). La historia de la máquina también es una de las historias de la máquina, y la historia del propio Macedonio, también lo es.

Historias de la máquina son todas aquellas que constituyen el mito Carlovich, como la que cuenta que jugó todo un campeonato de suplente en honor a un surubí: en esa época la numeración de las camisetas iba del 1 al 11 para los titulares, y del 12 al 18 para los suplentes. Carlovich había decidido jugar con la 17, que era lo que pesaba el surubí que él había pescado.

Quienes lo vieron en Central Córdoba afirman que una vez, en la temporada del ´82, jugó todo el partido de primera. Nunca necesitó dos tiempos para resolver.

Ante la consulta de un periodista por su falta de cualidades para recuperar la pelota, Carlovich respondió que no se tiraba al piso porque era muy amigo del canchero y que se lo había prohibido.Carlovich era un tipo solitario, y esto lo perjudicó en su carrera deportiva, muchas veces faltó a entrenar porque prefería quedarse sólo: "sí, sí, a veces soy de juntarme con alguien, pero no mucho ¿viste? Me gusta más la tranquilidad. Para mí ir a entrenar es una reunión”.Otra historia cuenta que Carlovich la pisaba con las dos piernas y que caminaba todo el partido. La constante es que siempre se puede contar una historia más. En este sentido el mito Carlovich plantea una ecuación de la falta, algo así como la totalidad menos 1; y se diferencia, por lo tanto, de la estructura de la máquina de Macedonio y del Aleph, que son completas porque contemplan las historias que todavía no se contaron.

Son necesarios para el mito Carlovich tanto sus divulgadores, sobre todo la legitimidad de ellos (Maradona, Menotti, Bielsa, Pekerman, y los demás.), como también la falta de evidencias. Esta ausencia es fundamental para romper con la vieja medida de Verdad-Mentira.

Lo que no creemos nos hace tanto como nuestras creencias. Creer en Carlovich es pertenecer al grupo íntimo de futbolerxs. Esa pasión intensa y compartida es paradojal porque “no se puede explicar con palabras” pero está íntegramente hecha con palabras. Es decir, las palabras crean cosas que no pueden explicar. Por estar hecho de palabras y por la ausencia de evidencias se puede decir que Carlovich es indiferente al avance tecnológico: no lo necesitó en su origen y no lo requiere para la supervivencia.

El mito Carlovich tiene una configuración inversa a la del acertijo, porque se sabe cuál es el resultado pero se desconocen sus características, las cuales debe proveer la imaginación y el de Carlovich es un juego de la fantasía.El día que Maradona llegó a Rosario para jugar en Newell´s le gritaron que era un orgullo tener al mejor del mundo en la ciudad, él contestó: “el mejor siempre estuvo acá, y es el Trinche Carlovich”. Claro que la respuesta no podría haber sido otra porque Maradona, que también es mito, tiene la obligación literaria de reproducir ampliamente la historia de Carlovich.
Cuando Maradona declara“Carlovich era mejor que yo”, se refiere a ellos como mitos y no como jugadores. Y tiene razón, porque Carlovich necesitó mostrar menos su fútbol que él para serlo.
Sin embargo, Maradona tomó un camino inverso al de Carlovich: primero mostró todas sus habilidades que dejaron el terreno listo para albergar cualquier historia. Carlovich parte de historias diversas que traslucen sus destrezas.

Puede ser discutible que Maradona sea el mejor jugador de todos los tiempos, pero es indiscutible que es el más comentado, el que más historias permitió. Fue él mismo quién prendió la máquina de Macedonio.

Macedonio Fernández es el mito de la literatura porteña. En relación a la configuración mítica de Carlovich, se ve perjudicado porque de lo suyo hay registro. Su hijo, que editó El museo de la novela de la eterna, atentó contra la vocación mitológica de Macedonio, a quién se lo puede interpretar como un homicida imperfecto, alguien que se propone realizar el acto sin dejar huellas, pero que de todas formas descubren su autoría.

Si su hijo funciona como el detective que descubre las pruebas y arma el caso en torno a ellas restándole capacidad mítica, las historias que de Macedonio cuentan Borges y Piglia son su contrapeso. Ellas otorgan la fantasía que la realidad de las demostraciones le quiere quitar.

Cuando Maradona dijo que Carlovich era mejor que él, trasladó la discusión al plano de lo mitológico. Este plano queda vedado en una discusión sobre Macedonio y Borges, ya que al haber documentos de lo que hizo Macedonio la discusión queda en el ámbito del litigio positivo, negándole el ingreso a la zona de imágenes y creencias.

Carlovich jugó en un tiempo donde no todo se registraba, Macedonio escribió en un tiempo donde las cosas se perdían, y su hijo Adolfo vivió en un tiempo donde las cosas no se pierden sino que se ocultan en la cantidad. De ahí su credulidad para encontrar y publicar lo que Macedonio había escrito.

En Carlovich todo lo que tiene que ver con lo deportivo quedó opaco, eso nos pone de frente ante nuestra imaginación, y no hay nadie que haya estimulado más la imaginación en la ciudad que el propio Macedonio: él y Carlovich son el murmullo sobre el cual acontece la ciudad.
Esto no es extraño pues se rumoreaba que físicamente eran muy parecidos, y si el cuerpo es el que delimita la percepción del mundo, Macedonio y Carlovich habitan mundos similares.
Macedonio decía:
“lo que se puede imaginar sucede
y pasa a formar parte de lo que es”.
Lo decía por Carlovich, y por él.
Lo decía por Carlovich, y por él.

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Última actualizaciónviernes 6º - mayo 2022